LAS LETRAS TIENEN LA PALABRA



Por Mario García

Saludo el acierto que tuvieron quienes me permiten estar hoy junto a ustedes y a su vez elegir siete letras para expresar lo que siento. La A, la L, la E, la G, la R, la I, la A. ALEGRIA profunda ALEGRIA pues considero de fundamental importancia este Encuentro. Hacía muchos años que los escritores no nos reuníamos para tratar de interpretar en forma colectiva temas que nos conciernen en forma específica pero que a su vez también tienen que ver con el entorno que nos rodea y con este país donde nacimos y que nos duele constatar que día a día se deshilacha como un ovillo de lana atacado por las polillas.

El escritor como observador de la vida no puede permanecer insensible a las cuestiones sociales. La desocupación, la violencia, la marginación, el exilio económico, el hambre instalado como una cosa real y angustiosa en amplios sectores poblacionales, la proliferación de asentamientos y la desesperanza como única alternativa a este caos infernal que nadie buscó pero tiene sus responsables en quienes se aferraron a políticas económicas dogmáticas digitadas desde el exterior por hábiles aves de presa, duchas en vaciar bancos, especular y organizar festines para desgarrar las entrañas de los pueblos a la hora del reparto del botín mal habido. Jamás en mi vida sentí tanta indignación, tanta vergüenza, tanta impotencia como cuando por las pantallas de televisión en una noche aciaga apareció la imagen del Presidente Batlle junto al Embajador de EEUU diciendo sonriente: WE ARE FANTASTIC con sus brazos extendidos y los pulgares señalando OKAY.

Cuando todo se derrumbaba crecía el miedo, la incertidumbre se apoderaba de miles y miles de uruguayos tuvimos que ver cómo nos humillaban ante la pasividad de quien nos representa. ¿Quién puede permanecer indiferente ante tanta frivolidad?

Quien habla en determinada y larga etapa de su vida creía tener respuestas para todo pues se basaba en certezas absolutas. Cuando con un estornudo se cayó el Muro y el faro que iluminaba la tierra se apagó como una vela comprendí que había entendido poco a los seres humanos, que sólo había escuchado una campana y que sus tañidos no me permitían oír otras campanas premonitorias de un desenlace esperado. Y fue el dolor y la realidad de los hechos los que me señalaron qué hacer. Tuve que inventar al hombre humano ante una humanidad en crisis y en estado de continuos cambios. Y tomar la poesía como centro vital para seguir viviendo. Ante mí surgió como el sol después de la tormenta lo expresado por Federico García Lorca en 1936: “En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír junto a su pueblo. Hay que dejar las azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas”. Entonces me acerqué a los humildes no para organizarlos para la revolución sino para ayudarlos a buscar las azucenas.

En el año 1996 tomo contacto con la Organización San Vicente del Padre Cacho y propongo el funcionamiento de un taller literario. Aceptan y comenzamos a trabajar con Nicole, asistente social de nacionalidad suiza pero tan uruguaya como el mate.

En el viaje hacia el local de la institución crucé todo el barrio desde Mendoza tomando Aparicio Saravia, conociendo sus características. Ranchos pequeños, uno al lado del otro y construidos con madera, chapas, latas y plásticos. En las angostas calles de tierra infinidad de carritos de mano o tirados por caballos rodeados de seres clasificando basura. Y niños, cantidad de niños de todas las edades. Mujeres embarazadas y viejos de infinita tristeza tomando mate con displicencia. En el largo camino recorrido no recibí un insulto, ni fui víctima de ningún agravio.

Nuestra tarea se realizaría en el Barrio construido por el tesón y la abnegación del padre Cacho en San Martín y Teniente Rinaldi. Casitas de material muy coquetas con sus jardines florecidos, su Plaza y el Centro Comunal, sede del taller. Ante el llamado de Nicole concurrieron adolescentes, jóvenes, adultos mayores y niños. Estaban asombrados que un escritor estuviera junto a ellos. Era la primera vez que sucedía un hecho de esta naturaleza.
Ante el planteamiento de porqué el taller y sus objetivos de acercarlos a la literatura se anotaron 20 jóvenes entre los 14 y 21 años y dos adultos mayores. Un cuestionario realizado con anterioridad arrojaba luz sobre la situación educativa y cultural de los futuros talleristas. Entre los jóvenes sólo 2 había cursado 1º de Liceo, 6 desertaron del ciclo escolar en 4º año, 8 en 6º año y 4 solo había cursado 2º año escolar. Los adultos llegaron hasta 6º año.

Los autores elegidos fueron Horacio Quiroga (Cuentos de la selva) y Líber Falco (Cometas sobre los muros). Ante la realidad que arrojaba el cuestionario tuve que flexibilizar el método común a un taller de mayor nivel cultural.

La música fue una forma de disparador; Jacinto Vera en la versión de Los Olimareños, utilicé a Jim Morrison por sus textos de denuncia y porque bailaban su música con alegría. Pero al leer la traducción española de sus textos las preguntas aumentaban en forma notable. La música que ellos comúnmente escuchaban eran cumbias que nada decían. Algunos talleristas hacían poemas con textos de esa música en boga y tan sosa. El tango Volver cantado por Gardel también impactó a los jóvenes, más a los mayores quizás por la nostalgia de su poesía.

Desde el primer día algunos me planteaban que nunca podrían escribir. Ellos se sienten marginados y a su vez se automarginan. No tienen autoestima. Para que escribieran opté por formar grupos de 3 escribiendo en forma colectiva. Esto mejoró los trabajos que realizaban, se sentían más seguros...
En un ejercicio con la palabra “mar”, ante la pregunta de ¿cuántos conocen el mar? sólo 4 levantaron la mano. Otro ejercicio: ¿qué recuerdas de la Escuela? 2 talleristas contestaron “cuando bailamos el pericón”. Esto me permitió citar a Figari y sus cuadros tomando al pericón como centro de su expresión plástica. La pregunta inmediata fue: “¿dónde están esos cuadros?”. Respondí, “en el Museo Blanes”, y les comuniqué que lo visitaríamos. Fuimos al Blanes con sus familiares en un ómnibus de COECT en forma gratuita. Llevaría páginas narrar las distintas reacciones ante la primera visita a un Museo de Arte. Terminamos el año con una gran reunión; no en el Salón Comunal sino en Playa Honda, pues de los 20 talleristas sólo 4 conocían al mar.

Los jóvenes y sus familias aprovecharon al máximo la oportunidad. Las muchachas no tenían mallas de baño, y de bombacha y soutien se arrojaron al mar. Nadie se escandalizó por ese hecho nada común. No conseguimos que salieran del agua para el almuerzo en Molino de Pérez como estaba previsto. En la tardecita comenzaron a abandonar el mar. Entonces con las luces del crepúsculo comenzamos a leer los mejores trabajos del año. Las olas comenzaron a cubrirse de azucenas...

Mario García 
(Encuentro de Escritores. Las letras tienen la palabra. 23 y 24 de noviembre de 2002. Carpa del Parque Rodó)